El invento de las “facturas proforma”
Pues eso.
Que las facturas proformas no son más que un invento que puede servir para muchas cosas, dependiendo de en qué lado de la obra estés, y hacia dónde vaya el papelote.
Pero lo mejor es que ya estaba inventado, y cuando le metemos el palabro “factura” lo único que podemos hacer es confundir.
Lo primero que debemos saber es que una factura proforma NO es una factura.
O sea, que legalmente no sirve para nada.
¿Qué es entonces?
Pues es un documento que dice lo que alguien tendrá que pagarle a otro, cuando el segundo le de la factura de verdad al primero.
Vale.
Imagínate que le pides a tu proveedor la valoración de una serie de materiales, antes de saber si te los va a suministrar o no.
Y el proveedor te da una “Factura Proforma”.
¿Qué le has pedido, y qué te ha dado él?
Un presupuesto.
Imagínate ahora que en tu obra tienes un subcontrata, y te apetece decirle cuánto le vas a pagar este mes.
Le haces una Proforma, indicando la medición de cada partida que quieres que te facture, y se la das, para que él te haga una factura igualita y de verdad.
¿Qué le has dado?
Un albarán.
Y la tercera. Imagínate que en tu obra tu cliente te pide “la factura proforma” del mes, con la relación de trabajos que le vas a facturar.
¿Cómo se llama, en construcción, esa “relación de trabajos ejecutados en el periodo”?
Certificación.
Así que tenemos un documento llamado “factura proforma”, que según quien lo pida y para qué, y según quien lo de y con qué objetivo, va a ser un presupuesto, un albarán, o una certificación.
O sea, que en lugar de llamar cada cosa por su nombre, lo único que hacemos es meter un palabro entre medias.
Y este puede ser un ejemplo (de hecho lo es) de algunas preguntas que nos hacen los clientes, y cuya respuesta es puramente metodológica.
En eso consiste Gesso Trasformación. En metodología, herramientas y acompañamiento.
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¡Hasta mañana!
Juan Ramón Moreno
Metodología, Herramientas y Acompañamiento
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