
Cuidado con simplificar mucho
Sabes qué. simplificar tiene una parte buena, y una parte mala.
¿La buena?
El resultado es más fácil de comprender y de manejar.
Por ejemplo:
Cuando tengo una obra con dos mil unidades de obra, o doscientas, y quiero tener un control real de esa obra, lo más seguro es que con ese presupuesto no pueda.
Es decir, necesito simplificar, y convertir un presupuesto tocho, en otro más manejable.
Este nuevo presupuesto, que llamaré presupuesto de control, me permitirá tener una nueva previsión, que evidentemente saldrá de la original, pero más sencilla de llevar a cabo.
O sea, esta simplificación me va a servir para conocer desviaciones en la obra.
¿Y si no hago la simplificación?
Pues no.
Vamos, que poder puedo, pero me va a resultar tan complicado, que no lo hago.
¿Y la mala?
Pues que si me paso simplificando, la información resultante es una patata.
Sigamos con el ejemplo de las dos mil unidades de obra.
Imagínate que simplifico tanto, que lo convierto en una única unidad de obra.
¿Lo puedes imaginar?
Vale, pues esa simplificación no me sirve para nada.
¿Qué es lo que hay que hacer entonces?
El punto intermedio
Y de eso hablaremos, del presupuesto de control, en el directo del lunes 9 de diciembre.
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¡Hasta mañana!
Juan Ramón Moreno
Metodología, Herramientas y Acompañamiento
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